Dicen que las últimas elecciones generales dieron unos resultados imprevistos, dicen que el PP ganó contra pronóstico, dicen que Podemos sufrió su primer fracaso, dicen que el PSOE siguió perdiendo votos, dicen que la desilusión ha caído sobre Ciudadanos, dicen que la situación política ha cambiado radicalmente, dicen que nos hallamos ante un nuevo escenario, dicen que la incertidumbre política continua y dicen y dicen y dicen... La verdad es que cuanto hay que decir, lo dejé dicho ya por aquí. No obstante, para no dar la impresión de que sigo en el mundo de las mentes y los cerebros, voy a recopilar algunas cosas. En primer lugar, ha quedado claro, una vez más, que nuestros políticos saben estar a la altura de las circunstancias y escuchar el clamor popular. La gente pedía cambio, pedía refundar los cimientos de nuestra convivencia democrática, pedía repensar la política, ¿qué han hecho nuestros mandatarios? Muy fácil, aburrirlos. ¿Queréis decidir? Pues elecciones cada seis meses. ¿Queréis cambiar cosas? Pues cambiad vuestro voto. ¿Queréis otra forma de hacer política? Pues juguemos a que no se puede gobernar así. La repetición de las elecciones ha desmovilizado a gran parte del electorado, que se volcó con los partidos emergentes y que ahora los ha dejado en la estacada. El gran perdedor de esta desmovilización ha resultado ser Ciudadanos, al que, poco a poco, sus votantes van conociendo y no les gusta demasiado lo que encuentran. Como ya dije, se trata de un partido de centro derecha con gran predicamento entre los votantes de izquierda, particularmente los más jóvenes. Que apoyaran a nuestra amadíiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiisima y queridíiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiisima Sra. Presidenta de la Junta de Andalucía, mujer y madre, la Susanita, a cambio, literalmente, de nada, ya dejó a más de un votante andaluz con las patitas colgando, pero el correveydile del Sr. Rivera entre Rajoy y Sánchez, constituyó la puntilla. Lo votaron para que hiciera la revolución y él se dedicó a buscar pactos y, por si fuera poco, se puso en campaña con unas fotos electorales que, no sabría muy bien decir por qué, me recordaban a los malos de V de vendetta, el autocriticado cómic de Alan Moore, que alcanzó la fama al convertirse en (pésima) película.
Pero si a Albert Rivera no se le puede echar la culpa de no ser lo que la gente cree que es, tampoco se le puede echar la culpa a la dirección de Podemos de ser lo que son. Provienen de las facultades de Ciencias Políticas y Filosofía, aspiraban a profesores de universidad, pedirles que supieran que 69 más 2 no da 91, ni 101, ni 215, es pedirles más de lo que pueden dar. Se lanzaron a por el sorpasso y se encontraron con el sorpresazo, el sorpresazo de que han tocado techo, el techo de los 71 escaños, dejándose doscientos mil votos detrás. Cabe suponer, los doscientos mil votos de todos aquellos que votaron de buena fe a IU para acabar viendo a sus concejales tan pringados en el barro como los demás. Las malas noticias no acaban ahí. Algunas federaciones, lejos de perder votos, los han ganado. En concreto, han ganado votos federaciones críticas con la dirección, como ha sido el caso de Andalucía y, muy particularmente, el País Vasco. A mí no me cabe la menor duda de que se trata sólo de una crisis de crecimiento. Esta gente llegará. Se han curtido en las zancadillas universitarias, en las peleas a patadas por una cátedra, en la puñalada trapera de los tribunales de oposiciones y saben lamer sus heridas. Más pronto que tarde serán una alternativa real de gobierno y prometerán salirse de la OTAN, la reforma agraria y la nacionalización de Rumasa, como uno al que ahora le duele la boca de pedir un pacto entre PP y PSOE.
Lo del PSOE es lo más divertido que he visto desde que acabó la tercera temporada de Silicon Valley. Nuestra Susanita ha obtenido una fantástica victoria “contra el populismo”, que no contra los populares, que se han convertido en la fuerza más votada en la comunidad. Allí donde la crítica contra Pedro Sánchez arrecia, arrecia también la pérdida de votos. Sería para pedirles una reflexión seria si no estuviésemos hablando de políticos. Recapitulemos, fueron la novia de España, con quien todos querían casarse. Eligieron a Albert Rivera por amor y porque fue la única opción que dejó Susanita y ahora sólo pueden optar entre dejar que el PP gobierne en minoría o aliarse con ellos. Si hay terceras elecciones y las críticas contra la secretaría general continúan, puede que, por fin, consigan lo que quieren, no tener que elegir.
La mayoría de votantes del 26-J llegaron a una conclusión que ya anticipamos aquí y es que nuestro queridíiiiiiiiiiiiiiiiiiiiisimo y amadíiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiisimo Sr. Presidente del Gobierno, Don Tancredo, tiene una gran virtud, una virtud que ojalá hubiese adornado también a todos sus ministros y fuese una virtud común entre nuestros políticos, la de no hacer nunca nada. Durante seis meses hemos vivido sin gobierno y las cosas han ido estupendamente bien. Sería fantástico prolongar esta racha de suerte tres o cuatro años más. Por ello, la mejor opción para Ud. y para mí, para los ciudadanos de a pie, sería un gobierno en minoría del PP. Don Tancredo tendría la excusa perfecta para hacer todavía menos, cualquier ley, cualquier acuerdo, cualquier reforma, tendría que ser consensuada sobre una amplia base y, por si fuera poco, esta situación resultaría muy estable, pues el PP sigue teniendo mayoría absoluta en el Senado, con lo que cualquier disposición en su contra podría ser derribada allí. Por eso me temo mucho que no es ésta una opción que nadie contemple seriamente. De hecho, no le interesa a ninguno de nuestros dirigentes políticos, acostumbrados como están al ordeno y mando. Vamos de cabeza hacia otra pantomima, hacia otro remedo de negociación para convencernos a todos de que necesitamos darle la mayoría absoluta a alguien. Así, al fin, en unas terceras votaciones, el pueblo podrá elegir libremente lo que nuestros gobernantes eligieron para nosotros hace ya algún tiempo.