En política, un "submarino" es el espía que un partido (o facción) ha infiltrado en otro/a para averiguar lo que se cuece en él o, directamente, sabotear sus iniciativas. Claramente, durante el segundo mandato del Sr. Zapatero, su gobierno estuvo plagado de submarinos de esta naturaleza. Nadie, por muy tonto que sea, puede hacerlo tan mal sin que alguien le ayude. Algo semejante se puede decir del gobierno andaluz del PSOE. De atenerse a lo publicado, el Sr. Griñán se las ha apañado para dividir una formación que parecía monolítica, hundirla en las encuestas y lograr la unanimidad en torno a la idea de que lo mejor es que nos mande el PP. Recientemente estas sospechas han comenzado a verse confirmadas. La situación es la siguiente. Hay un escándalo en el que se hallan envueltas personas a las que se les pagó una indemnización por ser despedidas de empresas para las que no trabajaron, un chófer con tabique nasal de plata y 647 milloncejos de nada adjudicados poco menos que a dedo durante nueve años. Naturalmente, los expedientes que están en el núcleo de la investigación, fueron puestos a buen recaudo y la "llave" que los mantenía lejos de la opinión pública se entregó únicamente a cinco personas "de total confianza". No sé cuántos simpatizantes del PP trabajan para la Junta de Andalucía, me imagino que pocos. Por eso no se puede atribuir a la mala suerte que una de esas "llaves" acabase en el bolsillo de uno de esos simpatizantes del PP. Ni que decir tiene que al buen hombre le faltó tiempo para copiar todos los documentos y mandárselos a los suyos. Nadie puede ser tan tonto como para poner a vigilar las joyas de la corona a un cleptómano, de modo que quien "confió" en esa persona, debe ser, también él o ella un submarino. Pero la cosa no para aquí. En lugar de colgar a esa persona por los pulgares, el gobierno andaluz se ha lanzado en tromba contra el principal partido de la oposición por juego desleal. Esa reacción hace sospechar, de nuevo, que por encima de esa persona que confió en un submarino también hay alguien capaz de batir un récord de estulticia u otro submarino.
Realmente, el PSOE andaluz parece la base de Balaklava de tantos submarinos como alberga. ¿Se acuerdan de la época en que los acusados salían de declarar ante la policía o el juez con un casco de motorista para que no los fotografiaran? Pues bien, el encargado de administrar a dedo los 647 millones, ése cuyo chófer declara que se repartió con él 900.000€ en "cocaína, fiestas y copas" (que, por cierto, eso sí que debió ser una copa y no la de Europa), ha sido fotografiado saliendo de declarar ante la Guardia Civil como si fuera José María Manzanares saliendo por la puerta del príncipe de la Maestranza de Sevilla. Con él volvemos a la misma disyuntiva: o es un submarino, o es tonto y no sabe lo que se le viene encima, o sabe más de lo que Ud. y yo podremos llegar a sospechar nunca.
No obstante, la gran sorpresa de los últimos tiempos, es que el PSOE no se quedó atrás. Ha logrado infiltrar las filas del PP de un significativo número de submarinos que están convirtiendo los consejos de ministros en un programa de mis adorados guiñoles. Los ejemplos se multiplican cada día. Al Sr. Wert, titular de Educación, no parecen haberlo educado para distinguir un libro de texto de un ensayo. No contento con mostrarlo como un iletrado, su asesor criptosocialista, me lo mete a adivinar lo que pasa en Francia y a los dos días ya está diciendo el Sr. Wert que nuestro vecino del Norte quiere convertir los toros en valor cultural protegido por la ONU. Teniendo ya mosqueados a franceses y lectores, ¿por qué no endemoniar a quienes están preparándose oposiciones de enseñanza? Total, sólo son unos 60.000, buena parte de ellos en Andalucía y aquí hay elecciones a la vuelta de la esquina, así que, ¿y si se les cambia el temario a cuatro meses vista de la primera prueba? Como la victoria del PP en Andalucía dependa de esos votos, la lleva clara.
Por supuesto no es sólo el Ministerio de Educación. Que Ruiz Gallardón era un submarino del PSOE es algo que Esperanza Aguirre lleva años diciéndoselo a quien quisiera escucharla. Debe estar disfrutando de lo lindo. Nuestro ministro de Justicia es la pera. Igual decide sobre cuestiones que no son competencia de su Ministerio (como el acercamiento de presos de ETA a las cárceles vascas), que se niega a decidir sobre cuestiones que sí lo son (como los matrimonios gais). Así que, rápidamente, se produce lo que parece que va a ser norma de esta legislatura, ministros metiéndose en los asuntos de los demás. Casi en tromba han salido voces preguntándose si para esto ganaron ellos la guerra. ¡Uy! ¡Perdón! Las elecciones, he querido decir, las elecciones.
Pero la trama más interesante de espionaje que estamos viviendo es averiguar quien de los dos, de Guindos o Montoro es, en realidad, un submarino del PSOE. Está claro que al mismo partido no pertenecen. La cuestión es si el submarino es el que está empeñado en desangrar a los pensionistas antes de las elecciones andaluzas o el que no para de hablar de disminuir los costes sociales del tijeretazo que se avecina. Igual en esta intriga hay sorpresa y al final se descubre que el espía... ¡eran los dos! No es de extrañar que Don Naniano Rajoy esté haciendo todo lo posible para que no le pregunten nada. En caso de que no tenga más remedio que decir algo, se va a encontrar ante un profundo dilema: o hace declaraciones sensatas y, entonces, dejará patente que la mitad de los que eran sus hombres de confianza pertenecían al PSOE, o se une al desmadre colectivo y aparenta que, en realidad, el marianismo era esto.
Para ser justos hay que decir que los submarinos políticos (a diferencia de los otros) no son un invento español ni existen únicamente en la política española. Ahí tienen Uds. a Napoleón Sarkozy, cuyo asesor principal es un asalariado de Monsieur Hollande. Es la única explicación para esa curiosa precampaña en la que hace todo lo posible por, en lugar de mostrarse como candidato a la presidencia, aparecer como candidato a la vicepresidencia francesa. Adivinen quién es la candidata a la presidencia de la república de Francia por el partido de Sarkozy, pues está claro, ¡Frau Merkel! Lo único que falta ya es que el cartel de la campaña electoral sea una foto de Frau Nein con la torre Eiffel al fondo en una mañana nublada. Desde luego, el submarino este de Hollande se merece que le nombren ministro de las bodegas, las playas y los carnavales o algo así de guay, porque su talento es brutal. De algún modo, que no es fácil comprender, ha conseguido que Monsieur Sarkozy no haya reparado en dos pequeños detalles. Primero que Frau Nein es alemana y los alemanes siguen sin ser idolatrados por el común de los franceses. Segundo, que Frau Nein ha mostrado interés en ocupar el cargo porque los alemanes están dispuestos a liberarla del que ocupa en Berlín tan pronto como se presente la ocasión. Claro que, a lo mejor, todo esto no se debe a un submarino. Tal vez, lo que está ocurriendo es que los Sres. de Sarkozy y los Sres. de Merkel, están preparando un intercambio de... cargos.