En el caso de las mujeres, podemos observar con facilidad algo que ya hemos advertido desde aquí, a saber, que existen mentiras, grandes mentiras y estadísticas. Tomemos las estadísticas de la presencia de la mujer en las universidades europeas. Los datos más recientes al respecto son muy claros. Uno de los países con menor presencia femenina entre la población universitaria es Alemania, país en el que prácticamente cada estudiante forma parte de la tercera o cuarta generación de mujeres estudiantes de su familia y en el que la penetración de las ideas y los movimientos feministas entre las mujeres es bien amplio. Por contra, España está apenas unas décimas por debajo de la media europea. No deja de ser un gran logro. La tardía incorporación de la mujer al mundo universitario hace que, en nuestro país, el número de jóvenes con una abuela que ya estuvo en la universidad sea ínfimo. Buena parte de las estudiantes que este año han comenzado su andadura universitaria siguen siendo la primera mujer de su familia que ha alcanzado este nivel de estudios. A ello hay que añadir que el feminismo “de combate”, digamos, no el subvencionado, tiene una capacidad de convocatoria que en el mejor de los casos no sobrepasa lo testimonial. Estar a sólo unas décimas de la media europea da cuenta del carácter de nuestras mujeres.
Por supuesto, una cosa son las estudiantes y otro las profesoras. En Suiza, a principios de este siglo las mujeres que ocupaban un cargo docente en la universidad apenas sobrepasaban el 9% del total de profesores. Se puso en marcha una batería de leyes dirigidas a lograr una discriminación positiva de las mujeres en el mundo académico, que ha conseguido aumentar su presencia hasta algo más del 20%. ¿Por qué no se ha alcanzado el 25% deseado? Buena parte de las mujeres entrevistadas al respecto (casi un 45%) responden que es muy difícil conciliar la vida familiar y la investigación y/o docencia universitaria. En tal declaración hay un hecho constatado, la carrera investigadora de las mujeres sufre bruscos parones como consecuencia de la maternidad. También se puede ver en ella un patrón machista anclado en la cabeza de las mujeres, ¿por qué deben ocuparse ellas de la familia? No obstante, algo de cierto debe haber, cuando el 34% de los profesores universitarios suizos declaran igualmente que les resulta difícil compatibilizar sus obligaciones con la vida familiar.
¿Cuántas mujeres ocupan un cargo de profesoras en nuestras universidades en las que jamás ha existido un plan de discriminación positiva? Según los datos de 2011, el 34% del total de profesores. ¿Cómo puede ser que un país como España tenga más estudiantes y más profesoras que Alemania o Suiza? La razón es muy simple, todas las estadísticas citadas muestran media verdad. La otra media se refiere a la situación de la mujer en la vida laboral no académica. Si hay menos universitarias en Alemania es porque allí la mujer tiene un fácil acceso a un puesto de trabajo con sólo mostrar su valía. En España el mercado laboral es una selva para la mujer, tanto más feroz cuanta menor sea su cualificación. Las que sólo tienen que oír las bravuconadas sexuales de su jefe y los comentarios machistas de sus compañeros pueden considerarse afortunadas. La inmensa mayoría, además, gana un salario inferior a un hombre que haga el mismo trabajo. Muchas, por si fuera poco, suelen recibir la propuesta habitual si quieren ver renovado su contrato. Ser universitaria aumenta las probabilidades de entrar en el primer grupo. Ellas lo saben, y ahí están, incrementado su presencia en la universidad año tras año. Les cabe, todavía, aspirar a más. El Estado es en España prácticamente el único patrón que trata a todos sus empleados igual, sin considerar su sexo. No es de extrañar, pues, que las mujeres sean también la mayor parte de la masa funcionarial española y que no van a tardar mucho en alcanzar la mitad de las plazas del profesorado universitario.
¿Significa lo anterior que la mujer carece de amenazas en el mundo académico español? Desgraciadamente, mientras haya miserables ocupando una minúscula porción de poder, ningún grupo de población tradicionalmente desfavorecido estará a salvo. Sin embargo, no creo que la situación en el mundo académico español en particular y europeo en general sea comparable a la que existe en EEUU, país en el que el ala protectora del Estado no alcanza al mundo de la enseñanza y en el que la mayoría de las universidades vive en una situación en todo punto comparable a la de ese libre mercado en el que nadie consigue ser libre.