El próximo jueves hará un año que apareció la primera entrada de este blog. Había comenzado a sentir la necesidad de responder a muchas cosas que estaban sucediendo. El 15-M fue el catalizador final que me trajo hasta aquí. Aquel día de mayo no me planteé como reto lograr que este blog llegase vivo a su primer año de existencia. De hecho, mi reto fue mucho más modesto. Sabía que tenía material para escribir dos o tres entradas, después, todo era un proceloso mar de oscuridad en el que no tenía muy claro cuántas semanas podría durar mi singladura. En cualquier caso, tracé una línea roja que me propuse no traspasar, escribir por escribir. Las entradas habrán sido mejores o peores, pero siempre han respondido a la necesidad que he ido teniendo de escribir acerca de eso. No sé lo que motiva a los demás a emborronar las hojas con palabras. Yo necesito escribir sobre determinados temas del mismo modo que necesito leer, investigar, averiguar su estructura interna. Ambas necesidades van unidas. Naturalmente, miro las estadísticas, pero, para mí, el trabajo está terminado cuando la entrada ha sido colgada. No siento satisfacción ni orgullo, simplemente, siento paz. No suelo releerme si puedo evitarlo. Releerme es sinónimo de rescribir. Ahí es cuando aparece la satisfacción y el orgullo, cuando, por un motivo u otro, tengo que releer lo escrito y no encuentro manera mejor de expresar lo que quería decir. Pero esa situación rara vez se produce.
Después está lo otro. Ya lo había comprobado con mi página web y con mis libros, pero no puedo dejar de asombrarme cuando se produce: ¡soy leído! Me resulta muy difícil explicar hasta qué punto me siento asombrado y agradecido hacia las personas que me leen y, aún más, hacia las que me escriben. Me resulta asombroso que alguien pueda perder una fracción de su tiempo leyendo cosas que, por otra parte, yo no he escrito para nadie en concreto, sino porque tenía la necesidad de hacerlo. Por ello, me siento profundamente agradecido hacia esas personas. Esa sorpresa y agradecimiento va en aumento cuando uno va descubriendo cosas de sus lectores. Algunos son muy cercanos, personas con las que se comparte el día a día pero con las que no se tiene tiempo de hablar más que de las cosas cotidianas. Otros son lejanos, extremadamente lejanos. Es fabuloso saber que hay gente, tan lejana geográficamente, que, sin embargo, se interesa por lo que escribes.
Otra de las sorpresas que me ha proporcionado estre blog es su propia temática. En realidad, es casi monotemático, sólo hablo de España. Y es una sorpresa porque la inmensa mayoría de noticias que leo no hacen referencia a este país. Cuando cojo un periódico leo de modo sistemático noticias internacionales. Cada vez que tengo tiempo, ojeo la Neue Zürcher Zeitung, el Moscow Times, el Mail & Guardian nigeriano y hasta la versión en español del Diario del pueblo chino, entre otros. En la sección "nacional" de un periódico español, rara vez paso de los titulares. Sigo el malestar de los estudiantes chilenos, el desgobierno hacia el que se encamina Malí, la violencia interminable en Sudán, la expansión del terrorismo en Nigeria, la aparente evolución hacia la democracia de Birmania... No me pregunten quién gobierna en Cantabria. Sin embargo, ahí está España, en una entrada y en otra también. El caso es que este país me asfixia, me cansa, me irrita, pero no puedo decir que me importe. Para mí es más una nube tóxica que un problema. Desesperé de encontrarle una solución hace ya mucho tiempo. Siempre hemos sido lo mismo, una potencia aparente y huera y no creo que vayamos a cambiar, al menos, en el próximo milenio. La única explicación que encuentro para una obsesión que no me apasiona es que, en el fondo, muy en el fondo, más allá de donde puede alcanzar mi razón, sigue existiendo un pequeño rescoldo de esperanza de estar equivocado.
Me hubiese gustado equivocarme en muchas cosas que he escrito. Ya lo he dicho, intento no releerme si puedo evitarlo. Tampoco me gusta autocitarme y mucho menos recordar que no me equivoqué allí donde quise hacerlo. No es mi estilo. Siento alivio cuando leo un comentario, una reseña, un editorial, con ideas que yo ya había tenido pero sobre las que no había encontrado ocasión de escribir. Me libera de tener que hacerlo. No forma parte de mi manera de entender las cosas el escribir para decir lo que dice todo el mundo. Si es eso lo que pienso que estoy haciendo lo dejo de inmediato y me dedico a otra cosa. Por eso, aunque la referencia a noticias de actualidad ha sido inevitable, tampoco he querido seguir fielmente lo publicado en la prensa. Tal vez, en ocasiones, he dado la imagen de estar verdaderamente en una torre de marfil hablando de filosofía mientras lo que estaba en boca de todo el mundo era otra cosa, pero, siempre que he encontrado, aunque sea indirectamente, citado en lo ya escrito, por mí o por otro, un comentario oportuno de la actualidad, me he escabullido de repetir los temas.
También ha habido cosas que no salen. Algunas porque al releerlas no las he encontrado de suficiente calidad u originalidad. Otras porque no hubo ocasión. Al menos dos veces he intentado escribir sobre baloncesto hasta que una cuestión de última hora se ha metido de por medio. Prometo, eso sí, que acabaré escribiendo sobre fútbol americano.
En fin, gracias por venir, graciaspor estar ahí, gracias por leerme, gracias por escribirme. Intentaré hacerlo mejor a partir de ahora.