Se entiende por "cadena de Markov" una serie de eventos tales que la probabilidad de cualquiera de ellos solo depende del evento inmediatamente anterior. Mientras de los procesos puramente aleatorios se dice que "no tienen memoria", pues cada suceso no depende de los sucesos anteriores, en las cadenas de Markov, sí hay un cierto “recuerdo”. A este “recuerdo” se lo denomina "propiedad de Markov", en honor del matemático ruso Andréi Andréyevich Márkov (1856-1922), padre del concepto. Hacia mediados de los años 90, unos ingenieros norteamericanos tuvieron la ocurrencia de construir un algoritmo basado en las cadenas de Markov para generar textos. La idea resultaba muy simple. Primero tomaron unos cuantos centenares de libros en inglés y calcularon para cada palabra la probabilidad de que la siguiera otra. A continuación, tomaban un escrito cualquiera no contenido en el corpus anterior. El programa comparaba la probabilidad de sucesión de palabras en el texto con las que tenía guardada en su memoria como correspondiente al inglés medio y elegía para la secuencia proporcionada como iniciadora la palabra más probable, comenzando así su "comentario". Con esta palabra insertada por él, volvía a realizar el mismo cálculo y así sucesivamente. El discurso generado de esta manera resultaba desternillante. Tras una serie de sentencias que parecían presentar cierta coherencia, la cosa iba degenerando en una suerte de espiral cada vez más disparatada que, en uno de los ejemplos que leí, terminaba afirmando que "había pasado una agradable velada hablando con un grano de sal". Los autores del experimento no se limitaron a esto. Conectaron su programa a una de las salas de chat que comenzaban a brotar por aquel Internet incipiente y causaron el espanto de sus usuarios. Muchos de ellos quedaron convencidos de haberse enfrentado a un prototipo de inteligencia artificial de algún oscuro organismo estatal. Aquella reacción marcó lo que había de venir porque convenció a muchos ingenieros informáticos de que, aliñando un conductismo ya moribundo con las cadenas de Markov, se abrirían las puertas del santo grial: programas capaces de remedar la inteligencia humana.
En lo que llevamos de año se ha levantado una enorme polvareda periodística en este bendito país acerca de ChatGPT, un prototipo de inteligencia artificial con la que los usuarios pueden interactuar mediante el lenguaje escrito y del que existen multitud de versiones. El asombro despertado entre quienes lo han probado ha provocado una auténtica paranoia entre quienes no lo han hecho y, sobre todo, ha movido a los gigantes Microsoft y Apple a apostar ingentes cantidades de dinero en su mejora y desarrollo. Detrás de tantos millones, tanta palabrería y tanto pánico, no se esconde nada mejor que los prototipos de hace 30 años basados en las cadenas de Markov. Como aquellos, los ultramodernos e inteligentísimos ChatsGPT no dejan de ofrecer unas líneas de sensatez escritas muy fluidamente y una sucesión interminable de vueltas y más vueltas en torno a tópicos previamente establecidos en cuanto se les pide que prolonguen algo más su perorata. Por supuesto, estas modernas versiones tienen una diferencia cuantitativa respecto de las anteriores, pero no cualitativa. La diferencia consiste en que, en lugar de la base de datos de unos pocos centenares de libros, a estos se los ha dotado de una gigantesca base de datos con millones de textos. También se les han puesto salvaguardas ad hoc y “saben” que la tripulación de Cristóbal Colón no amenizó su viaje con programas de televisión o que Julio César nunca tuvo un perfil en Facebook. Maravillas de las maravillas, algunos de estos prototipos han mostrado el rendimiento de un buen alumno en nuestras pruebas de acceso a la universidad, lo cual demuestra, únicamente, que nuestras pruebas de acceso a la universidad cada día exigen menos. A partir de ahí todo va convirtiéndose en un chascarrillo. La “extraordinaria” aplicación de OpenAI tuvo a bien ofrecerme una “bibliografía” sobre el tópico “Cervantes y la cochinilla del azúcar” que incluía: "Cervantes y la cochinilla del azúcar: Una revisión de la figura en el Siglo de Oro" de José María Fernández Álvarez; "La cochinilla del azúcar en la literatura española: De la economía a la ficción" de Soledad Fernández Gracia; "El comercio de cochinilla en España durante el Siglo de Oro" de Carlos Fernández-Shaw; "The Evolution of Evolution: German Evolutionary Theory from Darwin to Haeckel" de Stephen Jay Gould; "Darwin in the Cultural Imagination" de Ernst Haeckel y otros; y "La poesía del Siglo de Oro" de Mario Benedetti. La cita “cuando me hablan de la patria me llevo la mano al chaleco porque ese viene por mi cartera” la localizó en el “Romancero de la Guardia Civil” de Federico García Lorca. Playground AI no solo me explicó qué quiere decir el lema budista “todos para uno y uno para todos”, sino que, cuando le advertí que había metido la pata, insistió en que sí, que ese lema lo repetían con frecuencia los budistas. Perplexity.ai, siempre mucho más prudente y menos creativo, me advirtió que “no está científicamente comprobado que los calvos conduzcan más velozmente”, lo cual no le impidió dedicar algunas líneas a explicarme en qué consiste la calvicie y en qué consiste el exceso de velocidad a ver si por alguna parte podía hincarle el diente a la cuestión. Enfrentado a un problema de disolución como el que resuelven los jóvenes de 15 años, atinó a plantearlo acertadamente, pero al realizar las operaciones pertinentes cometió un error aritmético elemental. Al ya mencionado OpenAI no le ocurrió eso, su error se produjo durante el desarrollo del problema, con lo que ninguno de los dos llegó al resultado correcto. Todos llevan a cabo con facilidad listados y enumeraciones, fallan catastróficamente en el apoyo imprescindible que quien quiera escribir con sentido sobre algo necesita. Como resulta lógico, deslumbrantes teóricos de la psicopedagogía ya andan engrosando sus cuentas corrientes con cursos en los que explican cómo utilizar semejantes máquinas de generar disparates en la educación, a ver si consiguen que los estudiantes se vuelvan tan tontos como ellos...