sábado, 3 de diciembre de 2011

Por una nueva praxis pedagógica

   Decía Freud que los niños se educan no siguiendo el Yo de sus padres, sino su Superyó. Si uno lee la Anatomía del fraude científico de H. F. Judson, el mito de Freud se le cae un poco a los pies. Resulta que las decenas de curaciones por la palabra que Freud aseguraba haber realizado, se reducen a ocho historiales clínicos en los que más parece que Freud indujo una enfermedad en sus "pacientes" que una verdadera curación. No obstante, como todos los charlatanes, Freud era un agudo observador del comportamiento humano. Cuando hablaba de cómo se educan los niños, se refería a que lo hacen siguiendo las normas que sus padres ejecutan de un modo consciente o inconsciente, más que las normas que sus padres dicen que se deben seguir. Esta sería la razón por la cual cuesta tanto trabajo que dejen de gritar y tan poco que aprendan a apagar y encender el televisor. Les decimos, a gritos, que dejen de gritar, con lo que el mensaje se vuelve confuso. Nos ven cotidianamente, con un gesto casi mecánico, encender y apagar el televisor, es un mensaje nítido, sin "ruido" y lo captan a la primera.
   Observar y copiar es algo que la naturaleza ha puesto en nosotros. Se trata de pura supervivencia. Del mismo modo y por los mismos motivos, la naturaleza ha puesto otros tipos de comportamientos en nosotros. Uno de ellos es buscar y procurar la atención de nuestros padres. En nuestra vida civilizada no tiene mucho interés, en la naturaleza salvaje es crucial. El polluelo que atrae la atención de sus padres es el que recibe el gusanito en su pico, el resto pasa hambre. Los niños hacen cualquier cosa para atraer la atención de sus padres, gritan, lloran, rompen cosas o se vuelven tiernos y graciosos. Cuando aprecian una disminución en el grado de atención paterna, recurren a todo tipo de comportamientos extremos para recuperarla: se vuelven agresivos, tartamudean crónicamente o, todavía peor, enferman. He llegado a oír casos de alopecia en niños con síndrome de Down profundo cuando notaban que dejaban de ser el centro de atención.
   Ahora unamos los dos hechos anteriores y veamos qué pasa con la educación en nuestro país. Tenemos un sistema educativo cuyo centro de interés fundamental es evitar el fracaso escolar. Todo está pensado para que los alumnos consigan aprobar de alguna manera y acaben obteniendo un título como sea. Estamos, incluso, dando un paso más, tratamos de que los alumnos no abandonen. El centro de atención son, por tanto, los alumnos con los peores expedientes académicos. Sin embargo, los resultados académicos no dejan de empeorar, cada vez hay más abandono y el fracaso escolar alcanza cotas alarmantes. ¿Por qué? Los pedagogos de turno, es decir, los nombrados a dedo por nuestros políticos, no los que luchan cotidianamante al pie del cañón, insisten en que el problema está en lo que los profesores enseñan y no en lo que los alumnos aprenden y que el centro de todo el proceso educativo son los alumnos, no el profesor. Pues bien, pongámonos en la cabeza de un alumno. Un alumno que procede de un hogar disfuncional (es decir, según las estadísticas psicopedagógicas, uno de esos que conforma el 86% de los hogares españoles), es un alumno que, con toda seguridad, no recibe en casa la atención que él quisiera recibir. Va a un centro educativo y allí no hace nada. Por "nada" quiero decir nada, no lleva el material escolar, no saca el libro en clase, ronca (dormir no es un motivo por el que se le vaya a llamar la atención), etc. Muy pronto sus profesores comenzarán a hablar con él y tratarán de conseguir de él algún compromiso. Probablemente intervendrá el tutor. A poco que se descuide tendrá una charla a solas con el orientador en su despacho. Esfuerzo realizado por el alumno: ninguno. Resultado obtenido: todo el interés que no le dan en casa. ¿Qué piensa el alumno? Muy fácil: "¡guau! ¡qué chollo! Si sigo sin hacer ni el huevo, todo el mundo seguirá prestándome atención". En realidad, una vez alcanzado cierto compromiso con los profesores y "diagnosticado" por el orientador, la atención disminuirá. Así que el alumno tenderá a buscar de nuevo atención. La manera más fácil es llamando a un profesor cualquiera, por ejemplo, "hijo de p." El protocolo que se activa a partir de ese momento es el siguiente. El profesor deberá enviar al delegado de clase a buscar al profesor de guardia, éste lleva al alumno ante un miembro del equipo directivo, el cual, a su vez, lo remite a la biblioteca. Con posterioridad a la clase, el profesor en cuestión llamará a los padres del alumno. A continuación se reúne la comisión de convivencia que, una vez escuchados a los padres, determina el castigo. Mientras todo esto sucede, el alumno sigue acudiendo a clase con normalidad. Dicho de otra manera, con tres palabras, el alumno ha conseguido la atención de una docena de adultos incluyendo ("¡al fin!" pensará él) a sus padres. ¿Cuánto tiempo tardará en repetir su comportamiento?
   Un alumno que no aprueba una asignatura al final del curso debe recibir un informe personalizado, en el que se recojan sus problemas de aprendizaje, los puntos en los que han fallado, el programa de recuperación y el tipo de prueba que se realizará en septiembre. Si aún así el alumno no aprueba (hablando en plata, si hace todo lo posible por impedir que el profesor lo apruebe) la asignatura le quedará pendiente. En este caso, el profesor debe realizar un programa personalizado para ese alumno y un seguimiento puntual del mismo. Piénselo, todos conocemos ese dicho de: "que se hable de ti, aunque sea mal". El mensaje que se está transmitiendo a los malos alumnos es horrorosamente confuso, como el que transmitimos cuando le decimos a nuestros hijos, gritando, que no deben gritar. Por una parte se les dice que deben ser buenos alumnos. Por otra se les regala lo que más desean precisamente por no estudiar. Los profesores dedican el 80% de su tiempo al 20% de los alumnos, es decir, a los problemáticos. De ellos se habla mucho, demasiado, incluso peor, nuestro sistema educativo sólo habla de los malos alumnos, habla continuamente, su verborrea incesante no para de darle vueltas a un discurso sin fin sobre ellos. Alumnos que en otras condiciones saldrían adelante sin mayores problemas, sienten una cierta envidia, consciente o no, de tanta atención, de tanta gente hablando de otros, quieren ver sus nombres escritos en un documento oficial y buscan denodadamente fracasar para que el sistema acabe por mencionarlos.
   Resumamos, un sistema educativo centrado en evitar el fracaso escolar genera fracaso escolar en cantidades industriales; un sistema educativo que trate de evitar el abandono escolar genera abandono escolar; un sistema educativo que no deja de mencionar qué y cómo se enseña provoca que los alumnos no aprendan. ¿Queremos mejorar nuestro sistema educativo? Muy fácil, centrémonos en la excelencia. Los dos mejores alumnos de cada curso serán felicitados personalmente por los directivos del centro, sus padres se reunirán con el equipo educativo para intercambiar impresiones, sugerencias de mejora del centro y sugerencias de mejora en los aspectos en que sus hijos flaqueen un poco. Recibirán, trimestralmente, un informe personalizado con posibles lecturas o proyectos de investigación que puedan realizar. La tercera parte del horario del orientador estará dedicado a procurarles becas e intercambios con centros del extranjero. Por ley los profesores deberán dedicar el 80% de su tiempo a ese 80% por ciento de los alumnos que de veras quieren estudiar. En cuanto a los malos alumnos, llamar "hijo de p." a un profesor implicará que éste lo acompañe hasta la sala de espera del centro, le imponga una expulsión por X días y llame a sus padres para que vengan a recogerlo, pues la sanción entra en vigor ipso facto. Después, por supuesto, los padres podrán presentar todas las alegaciones que consideren oportunas ante el equipo directivo, la comisión de convivencia y/o la inspección, pero después. A estos alumnos hay que enviarles un mensaje simple y nítido: la mano para ayudarles siempre va a estar ahí, eso sí, tendrán que cogerla. Esa mano no va a tratar de agarrarlos una vez tras otra si, previamente, ellos no la agarran. Se los va a ayudar, se los ayudará mucho en verdad, aunque para ello, previamente, tendrán que pedirlo. En definitiva, si queremos que el sistema educativo mejore, centrémonos, de una vez, en los mejores... Pero, ahora que lo pienso, la educación en España no puede mejorar, ya va de maravilla. Al fin y al cabo, proporciona ordenadores gratis y nadie parece interesado en que procure ninguna otra cosa.

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