domingo, 11 de julio de 2021

La ciencia de la creatividad (13. Curva en S)

   Si construimos unos ejes de coordenadas en cuya abscisa figure el tiempo y en su ordenada la productividad, velocidad de evolución o número de invenciones que ha generado, observaremos que la trayectoria de los sistemas tecnológicos, pero también de los organismos vivos, sigue una curva en S de este tipo:

Altshuller, G. S. Creativity as an Exact Science

Señalamos ya que varias tendencias presentan un camino de ida y vuelta desde la simplicidad a la complejidad para terminar en la simplicidad. Ese camino de ida y vuelta puede quedar representado por la distribución normal, la famosa curva de campana. La curva en S corresponde a la mitad de este camino, de hecho si integramos la función de Gauss, obtendremos una curva en S o curva sigmoidal, aunque no todas las curvas sigmoidales pueden conectarse con la función de Gauss. Este tipo de curvas tienen exactamente un punto de inflexión, carácter real, diferenciable limitado, con una derivada no negativa en cada punto. La curva en S aparece como la gráfica de cualquier función del tipo 1/(1+e-x) pero también de la función arcotangente, de la función error, de algunas funciones algebraicas como x/√(1+x2), etc. Hasta aquí, por tanto, nada espectacular. Lo llamativo radica en la omnipresencia de la curva en S, pues caracteriza a todos los procesos de crecimiento y desarrollo que imaginar quepa, desde el proceso de aprendizaje de las neuronas artificiales hasta la estimación de costes en los proyectos, pasando por las ecuaciones de dosis-respuesta de Hill en farmacología o la asignación de valores de pertenencia a los conjuntos difusos, sin olvidar que puede entenderse a la Venus de Milo o el tribhanga del arte hindú como otras tantas curvas en S. El modo tradicional de entender el tribhanga resulta muy significativo, pues consiste en contraponer la dirección hacia la que se mueve el cuerpo con la dirección de las rodillas, los hombros y el cuello en un gesto que suele repetirse en danza y que recuerda un movimiento serpenteante. En occidente este “serpenteo” suele remontarse a Praxíteles, tres siglos anterior a su aparición en la India. La curva en S constituye casi una constante en la pintura occidental, pero ya no encarnada en seres humanos, sino en la forma de meandros fluviales, al menos, hasta que Edvard Munch pintó su famoso grito. No debe extrañarnos, pues, que Charles Handy se haya convertido en un gurú de la gerencia cabalgando sobre curvas en S en libros como The Age of Unreason (1989) o The Second Curve (2015). Por esas fechas Zlotin y Zusman (Zlotin, B. L. y Zusman, A. V. “Поиск новых идей в науке”, en Zlotin B. L. y  Zusman A. V. Решение исследовательских задач, ISTC Progreso, Chisináu, pág. 34) ya habían visto en la curva en S una representación gráfica de los paradigmas de Kuhn y no han faltado quienes, han querido descubrir en ella el modelo por excelencia del salto de la cantidad a la cualidad (!?) Pero antes, entre Praxíteles y Handy, Altshuller, como decimos, la utilizó para describir la vida en general y la vida los sistemas técnicos en particular.

   En su infancia (segmento 1), el sistema técnico se desarrolla muy lentamente, llegándose a un punto (α) en el cual se alcanza un primer pico de creatividad, con soluciones que pertenecen a los niveles 4 ó 5 en cuanto a creatividad. A un inventor se le ofrecen en este período múltiples oportunidades, pero debe armarse de paciencia porque el desarrollo hasta el punto α puede resultar extremadamente lento. A este segmento pertenecen la mayor parte de los “inventores heroicos”, creadores que adquieren una imagen de unicidad en su campo, luchando contra las circunstancias y que, con frecuencia, reciben poco o nada a cambio de sus esfuerzos. A partir de este punto α, comienza la implementación industrial, se multiplican los beneficios, pero el nivel inventivo disminuye sensiblemente. El esfuerzo se centra en eliminar pequeñas fallas o en la optimización en forma de pequeñas mejoras marginales pues cualquiera de ellas trae un ahorro sensible y una ventaja competitiva. Los inventos simultáneos menudean hasta alcanzar β (segmento 3), momento en que ya no puede seguir expandiéndose el campo de la nueva tecnología por el simple procedimiento de mejorarla trivialmente. Para una auténtica mejora, se requiere alcanzar nuevos máximos de creatividad, pero tal esfuerzo ya no vendrá recompensado por otra explosión en su uso, sino que éste va a crecer de un modo más pausado. Con frecuencia, la posibilidad de seguir trabajando en la misma línea viene acompañado por una invención de nivel 4 ó 5, que crea un nuevo sistema tecnológico (B), el cual comienza su lenta ascensión, mientras que el anterior (A), crece de un modo pausado hasta iniciar su curva de desconexión a partir del punto γ.

   El conocimiento de las tendencias de los sistemas técnicos en general y de la curva en S en particular, tiene un profundo significado no ya para los negocios sino para cualquier disciplina con necesidad de prospectiva, especialmente si, como hemos venido señalando, no se refiere en exclusiva a sistemas tecnológicos sino a “sistemas de interacción”. Aún más, con esta herramienta en la mano, podemos predecir el punto en que aparecerán nuevos problemas y la travesía de los mismos, todo ello generado por herramientas susceptibles de crítica y discusión y no por las estimaciones subjetivas de los expertos de turno. Por supuesto, la clave reside en saber en qué momento del desarrollo nos encontramos. TRIZ considera que el número de patentes por año referidas a la función primaria del sistema constituye el criterio último para determinarlo. Como ya hemos señalado, el tránsito por el punto α marca el momento en que la cantidad y, sobre todo, la diferencia cualitativa entre las patentes disminuye de un modo drástico. El paso por el punto β, indica el declive definitivo en el número de patentes. En concreto, si detectamos que el sistema no ha llegado al punto α, la primera cuestión a plantear reside precisamente en dónde se encuentra ese punto α. Altshuller señaló que no se puede predecir la llegada a él observando únicamente la evolución de los sistemas sino que hemos de prestar atención al sistema al que viene a reemplazar, que actúa como obstáculo para que el nuevo desarrollo alcance ese punto. Si el sistema ha pasado del punto α, pero no ha llegado al punto β, la cuestión consiste en determinar cuáles pueden considerarse los niveles 2 y 3 de invención referidos a ese sistema, quiero decir, qué mejoras en términos de optimización puede lograrse, lo cual, de modo general, no cuesta demasiado esfuerzo, pues los límites físicos suelen ofrecerse siempre con claridad meridiana. Finalmente, si el sistema ha atravesado el umbral β, la búsqueda de mejoras debe centrarse en el hallazgo de un nuevo sistema, quiero decir, uno cualitativamente nuevo, pues el anterior ha llegado ya a su agotamiento. 

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