domingo, 1 de noviembre de 2020

Modelos.

   En ciencia, se entiende por “modelo” una representación más o menos abstracta, más o menos numérica y más o menos fiel, del sistema que se quiere estudiar. El modelado constituye una etapa clave en el desarrollo de cualquier teoría, primero, porque se exige necesariamente un ir y venir de él hacia la realidad y de vuelta al modelo hasta que ambos tengan un parecido considerado suficiente; segundo porque de acuerdo con los trabajos de Nancy J. Nersessian y otros, en ese proceso de modelado se produce el nacimiento de nuevos conceptos. Difícilmente podrá forjarse una teoría con bases sólidas si el proceso de modelado se conduce erróneamente y, si de nuestra teoría han de derivarse acciones, entonces un modelado incorrecto conduce inevitablemente a una errónea toma de decisiones. 

   Hace unos días, El País, publicó una serie de modelos de cómo se transmite el virus de la Covid-19, en tres entornos. Su referencia última la constituían artículos publicados en prestigiosas revistas científicas. Hago un inciso aquí para aclarar qué significa “prestigiosa revista científica”. El día 8 del presente mes, la revista Science of The Total Environement perteneciente al sacrosanto grupo Elsevier hpublicó “Can Traditional Chinese Medicine provide insights into controlling the COVID-19 pandemic: Serpentinization-induced lithospheric long-wavelength magnetic anomalies in Proterozoic bedrocks in a weakened geomagnetic field mediate the aberrant transformation of biogenic molecules in COVID-19 via magnetic catalysis”, artículo en el que se defiende que los talismanes protegen contra la infección de coronavirus. Y tengan cuidado con reírse porque el autor principal ya ha contestado que las críticas a su artículo se deben a su pertenencia a la minoría afroamericana.

   Volvamos a los modelos de los que se hace eco El País. Comencemos por el último, la transmisión del coronavirus en un aula. Se representa un aula de 54 m2 para 24 alumnos, lo cual indica claramente que se trata de un centro privado porque no hay centro público en España en el que un aula de 54 m2 acoja menos de 35 alumnos. A continuación se nos explica que la situación más peligrosa se produce cuando el paciente 0 se identifica con el profesor porque éste “habla mucho más tiempo, elevando la voz para ser escuchado, lo que multiplica la expulsión de partículas potencialmente contagiosas. En comparación, un posible escolar enfermo habla muy esporádicamente”. Después de dos horas de clase sin ventilación en el aula y sin que nadie llevase mascarilla, doce alumnos habrían resultado contagiados.

   Veamos, en primer lugar, ¿para qué va a “elevar la voz” el profesor si los alumnos sólo hablan “esporádicamente”? En buena lógica, el profesor deberá elevar la voz si hay constantemente alumnos hablando, pues se trata de un aula de 54 m2 con únicamente 24 personas en su auditorio. En segundo lugar, ¿qué clase dura dos horas ininterrumpidas? En tercer lugar, ¿existen en España aulas con puertas y ventanas que cierren tan herméticamente que impidan la circulación del aire? En cuarto lugar, ¿se supone que hay en este país aulas sin ventilación, quiero decir, por definición, insalubres, en las que se encierra a nuestros jóvenes seis horas al día, cinco días a la semana, pretendiendo decirles que se los prepara para un futuro mejor? En definitiva, ¿cuánto de “cercano a la realidad” hay en este modelo?

   Segundo modelo, un bar o un restaurante. Observamos, en primer lugar, cómo se nos compara un “bar de aforo reducido” con “una discoteca cordobesa, con 73 infectados tras una noche de fiesta”. ¿En serio hay algo que permita establecer esa comparación? ¿a qué bar acude el redactor del artículo que la gente se dedica a moverse, sudar y empujarse pese a lo reducido del aforo? Después de cuatro horas, 14 de los 15 clientes de “un bar vietnamita” sin ventilación adecuada se han infectado con un solo paciente 0. Inmediatamente salta la pregunta: ¿cuántas horas tardan los vietnamitas en comer? Hablamos de un local de 55 m2, tiene la mitad del aforo de nuestro aula anterior ¿y el porcentaje de contagiados ha subido del 50% al 93%? ¿cómo? ¿qué supuestos no explicitados hay en semejante modelo? ¿y los camareros? ¿ninguno se infectó? Ahora bien, si los clientes hubiesen usado mascarilla mientras comían, los contagios no hubiesen pasado de 8, ¿a pesar de que hubiesen tardado más tiempo en comer teniendo que subirse la mascarilla después de cada bocado? Nuestro preclaro reportero propone como solución “ventilar adecuadamente” con “buenos equipos de acondicionamiento del aire”. ¿Se nos insinúa ahora como solución el dispositivo que el seis de junio, este mismo diario, identificaba como el causante directo del contagio de 9 pacientes en un restaurante en China?

   Finalmente, tenemos el caso, de una reunión de amigos o familiares en una vivienda. Un salón medio en este país de 20 m2 en el que charlan siete personas (es decir, el máximo aconsejado para las reuniones sociales) sin mascarilla. Después de cuatro horas, cinco de las siete se han contagiado. Nueva sorpresa en cuanto a los números. Los metros cuadrados por persona han caído desde los 3,3 en el restaurante a los 2,8 en la vivienda. Sin embargo, pese a hallarse más próximos unos de otros, también el porcentaje de contagios ha caído, desde el 93% al 71%, ¿por qué? Si, por el contrario, todo el mundo llevase mascarilla, sólo uno se habría librado del contagio y se nos explica “las mascarillas por sí solas no evitan los contagios si la exposición es muy prolongada”. Pues en el restaurante bien que evitaba que seis personas se contagiaran. Eso sí, con ventilación y menor duración sólo una persona se contagiaría, ¿la misma persona que se contagiaba en un aula casi tres veces más grande con las mismas condiciones? 

   El virus, se nos “explica”, no se contagia por “gotículas”, sino por “aerosoles” que “quedan suspendidos en el aire durante horas”. Después de una hora hablando, una persona infectada satura hasta habitaciones de 55 m2. Los aerosoles se condensan (¿pero siguen flotando?) y causan la infección. ¿Qué conclusión podemos sacar de todo esto? ¿Que una carga vírica insignificante basta para infectar a una persona, pero que se necesita una reiterada exposición a ella durante horas porque una carga vírica insignificante no basta para infectar a una persona? ¿Que las mascarillas van a parar esta enfermedad pero que las mascarillas que utilizamos habitualmente no sirven de nada en las situaciones de verdadero riesgo? ¿O quizás que los modelos que se han elaborado hasta ahora carecen todavía de datos fundamentales y hacen suposiciones que los mantienen demasiado alejados de la realidad como para utilizarlos en la toma de decisiones?

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