domingo, 19 de mayo de 2013

Sexo, mentiras y aborto (1)


Otra cosa se le podrá criticar a nuestro eximio ministro de Justicia, el Sr. Gallardón, pero no la falta de sinceridad. “La ley sobre el aborto es una cuestión de ideología”, ha dicho. Ciertamente lo es. Más exactamente, cualquier ley sobre el aborto podría ser calificada como “ley del último recurso”, porque es a lo que recurren todos los gobiernos, de derechas o de izquierdas, cuando las cosas van mal, los escándalos afloran, las ideas faltan y no se sabe qué hacer para ganar votos en unas próximas elecciones. Es comprensible. Se trata de un debate que apasiona, divide a la sociedad, se le puede dar vueltas como a un tiovivo sin ir a ninguna parte, por tanto, marea, distrae a la opinión pública y todo eso por el módico precio de lo que cuesta el papel en el que sale promulgada la ley. El reverso es que nunca cambia nada. A lo largo de los años, las tasas de aborto permanecen prácticamente estables, sin verse afectadas por permisos o prohibiciones. La cuestión no es, por tanto, si va a seguir habiendo abortos o no, la cuestión es si se practicarán con todas las garantías de una sanidad recortada o de modo clandestino.
He dicho que el debate sobre el aborto apasiona. Quizás sería mejor decir que es un debate pasional. Los razonamientos  brillan por su ausencia. Abundan los gritos, las imágenes escabrosas y sangre, mucha sangre. En definitiva, es un debate  típicamente español. Por tanto, hay muy poco que decir sobre semejante diatriba. Otra cosa son los eslóganes y las grandes palabras que suelen usarse, pretendiendo hacerlos pasar por razonamientos. “Vida”, por ejemplo. ¿De verdad alguien tiene una definición que podamos considerar plausible todos? En tal caso, ¿por qué no la ha hecho pública ya? Hace más de veinticuatro siglos que la filosofía busca tal cosa y hay un jamón esperando a quien lo haga. ¿Poseen vida los óvulos fecundados? ¿y los no fecundados? ¿y los que sí han sido fecundados pero su núcleo no se ha fundido con el núcleo del espermatozoide? ¿poseen vida los virus? ¿y los programas de inteligencia artificial? La cosa empeora si a una palabra mal definida se le añade un adjetivo oscuro. Así nace la expresión “vida humana”. ¿Qué diferencia la "vida humana" de la vida de un simio? ¿el 1,2% de los genes? Muchos grupos animales han sido clasificados dentro de la misma especie teniendo un porcentaje de diferencias genéticas mayor. ¿Acaso son vidas humanas las que han llevado los niños salvajes? ¿es vida humana la de un tetrapléjico cuya familia no puede atenderle? ¿es vida humana la de un bebé sin extremidades, sin riñones, con un daño cerebral profundo? ¿Qué humanidad, qué caridad cristiana, qué lógica demoníaca, lleva a semejante condena cuando quienes así defienden la vida humana sostienen con igual vigor que lo mejor nos aguarda tras la muerte?
Las grandes palabras sin significado comúnmente aceptado dan lugar a eslóganes perfectos. “La vida humana comienza con la fecundación”, “nosotras parimos, nosotras decidimos”, son ejemplos magníficos. ¡Qué bien suenan! ¡Cómo enervan a las masas! ¡Qué sensacional compendio de estupideces en tan pocas palabras! Comencemos por el segundo. El único corolario posible de “nosotras parimos, nosotras decidimos” es: “nosotros preñamos y después pasamos”. Un feminismo descerebrado y populachero hace de la posesión física la base para decidir el futuro, línea argumentativa ésta exhaustivamente utilizada por Mussolini, Hitler y Milosevic.  De este modo, se le sirve en bandeja el triunfo al machismo  más cerril y no menos descerebrado. Negar el derecho a decidir al varón es, eo ipso, negarle cualquier responsabilidad. “Aborto libre y gratuito” es el lema que suscriben la inmensa mayoría de los hombres de este país. En primer lugar, les supone una ventaja económica, se ahorran comprar preservativos. En segundo lugar, a poco que pregunte Ud. por ahí, hallará que a los machos ibéricos les “corta el rollo”, ponerse una gomita, literalmente, en lo mejor del querer. La  explicación de tan arriesgada actitud o bien se halla en que la disfunción eréctil es una plaga en este país, o bien en nuestra incultura sexual, que reduce las artes amatorias a lo que puede verse en las películas pornográficas. Para los machitos patrios, pues, los eslóganes feministas suenan a música celestial.

3 comentarios:

  1. Me parece tremendamente simplista concluir con " Para los machitos patrios, pues, los eslóganes feministas suenan a música celestial". ¿Qué ha pretendido con eso? Quiero decir, ¿ por qué no se atreve a opinar con franqueza en lugar de "recriticar" como acostumbra a la idiosincrasia española...

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  2. Sí, tiene Ud. razón, debería haber puesto un "(continuará...)" para dejar claro que la exposición se interrumpía aquí, continuando más adelante y llegando a unas conclusiones. No se preocupe, tendrá mis opiniones con franqueza, pero no con precipitación.
    Lo que pretende decir el último párrafo es que el feminismo ha logrado hacer mucho ruido, conseguir muchas subvenciones y crear una casta de opinadoras feministas, pero las mujeres siguen siendo agredidas, violadas y asesinadas por el hecho de ser mujeres. Eso sí, ya no son "accidentes domésticos", ahora es "violencia de género". Se hace una estadística, se observa cómo sube y como baja y todos a dormir tranquilitos porque ya hemos cumplido. Algo no se ha hecho bien y es mi opinión que, entre otras cosas, lo que no se ha hecho bien es razonar. El feminismo más popular, el que llega a las capas más amplias de población, ha razonado partiendo de patrones de pensamiento segregacionistas, patrones con los que, más pronto o más tarde, el machismo acaba sintiéndose muy a gusto.
    Y no, no puedo cerrar los ojos y fingir que me creo que en este país se vive muy bien, las cosas son maravillosas y nada podría ir mejor. Soy extremadamente crítico con la autocomplacencia que constituye nuestra idiosincrasia, no lo puedo remediar, eso demuestra muy claramente que soy... español.

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  3. espero ansios su respuesta...¿Logrará convencerme?
    Un reto: una entrada donde pueda encontrar "las luces" de nuestra sociedad. Si lo consigue, tiene mis respetos. ¿Mi admiración? No sé, no sé...

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