domingo, 6 de julio de 2014

Programación Neurolingüística (2. Las técnicas)

   Piense en una experiencia de su pasado. Puede ser agradable o desagradable, trascendental o trivial, no importa. Digamos, el momento en que comprendió que iba a morir su madre o el sabor del trozo de chocolate que tomó ayer. Le recomiendo que sea algo agradable, de ese modo será más fácil que culmine el proceso que vamos a seguir. Cierre los ojos y recuerde ese momento. Hágalo con todos los detalles que pueda poner en él. Párese en la luz, en los colores de las cosas, en los sabores, en los gestos de las otras personas (si las había), en las sensaciones que le provocó, en lo que pensó, etc. Ahora quiero que haga esa imagen más luminosa. Mucho más luminosa. Aún más. Hágala brillar como si fuese ella misma una fuente de luz. Aumente la intensidad de los colores. Tome el mando a distancia y ponga el contraste en su nivel más alto. Contemple esa imagen. Y ahora, agrándela. ¿Lo ha hecho? Pues agrándela aún más. Mejor aún, proyéctela en el techo de la habitación donde se encuentra y consiga que la imagen ocupe todo el techo. Siéntase como un pequeño mosquito que puede volar dentro de esa imagen. Ahora vamos a ir quitándole brillo, vamos a quitarle contraste, incluso el color. Poco a poco la imagen se irá volviendo una imagen en blanco y negro, sin brillo, borrosa. ¿Lo ha conseguido? Bien, pues hágala más pequeña. Todavía más. Aún más. Tiene que llegar a ser como si estuviera en la luna y Ud. la contemplara desde la tierra. Tiene que ser tan diminuta que casi no se vea qué ocurre en ella.
   El aumento de la intensidad, del brillo, del colorido y del tamaño de una imagen, conlleva, para la mayoría de las personas, un aumento de la intensidad con que se viven las emociones que despierta esa imagen. Por el contrario, la disminución de esas cualidades, implica un alejamiento emocional de la misma. Si todo ha ido como es habitual, conforme ha ido haciendo la imagen más pequeña, las emociones que despertaba en Ud. se le tienen que haber ido entre los dedos como granos de arena. Nos hallamos, de hecho, ante el ejemplo prototípico de lo que pretende hacer la PNL. Por si le interesa, a las diferentes cualidades de la imagen la PNL las llama “submodalidades”. El manejo de las mismas permite manejar las propias emociones. De hecho, no se trata de un ejemplo cualquiera, acaba de adquirir Ud. una herramienta básica para habérselas con todos esos recuerdos desagradables que preferiría no tener y que le hacen sentir mal cada vez que afloran en su mente. La próxima vez que uno de ellos lo haga, quítele brillo, quítele colorido, disminuya su tamaño, déjelo sin voz o todavía mejor, varíe la velocidad de reproducción, póngalo a toda pastilla para que suene esa típica voz de cristobita… Aquí aparece una de esas maravillosas frases de Bandler que le hicieron ganar todo el dinero que se gastó después en cocaína: si puede reírse de ello, puede cambiarlo. Por último, si Ud. ha seguido las indicaciones que figuran más arriba y lo ha hecho con seriedad, ha entrado en trance en el sentido que la PNL le otorga a esa palabra.
   Como puede ver, se trata de tomar el control de las cualidades, por tanto, de la forma en que nuestro cerebro construye la realidad, adquiriendo conciencia de la estructura de las imágenes que formamos y el modo en que lo hacemos y del discurso que acompaña este proceso y que se imbrica con él. Como terapia, la PNL pretendía aplicar este modo de operar a todo tipo de trastornos, particularmente las fobias. El larguísimo tratamiento psicoanalítico a la búsqueda de los orígenes de cada fobia para curarla con la magia de la palabra o el sin fin de sesiones para asociar el estímulo que desencadenaba el comportamiento fóbico con otro comportamiento menos lesivo para una vida “normal”, se transformó, con la PNL en una breve charla con el paciente, de apenas veinte minutos, durante el cual se indagaba cómo éste desarrollaba su comportamiento fóbico y cómo podía tomar control de él manipulando las submodalidades. Bandler entró por la puerta grande de la psicología terapéutica, cual elefante en una tienda de cerámicas, con la pregunta: “¿si no puedes curar la fobia en una sesión, a qué dedicas las demás?”

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