No soy precisamente un aficionado de los deportes de motor. Tengo que haber dado muchas vueltas por todas las cadenas sin encontrar nada para acabar viendo algunas vueltas de una prueba y para llegar a eso tengo que tener mucho tiempo libre, lo cual no ocurre más de un par de veces al año. La conjunción de astros se produjo el otro día y acabé contemplando un rato una prueba con vehículos que parecían de la Fórmula 1, pero en la que no reconocía ninguno de los apellidos que recordaba como parte de ese circuito. La infografía me resultaba enigmática y no eran los vehículos de Fórmula 3 que yo recordaba. Desde luego, mis conocimientos del mundillo son bastante limitados, pero había algo que no encajaba, así que esperé hasta el final. Entonces comprendí lo que ocurría. En una televisión, no sé si norteamericana o rusa, estaban transmitiendo una prueba de la W Series, "la fórmula 1 para mujeres". Hace tres años una escudería de Fórmula 3 decidió crear una competición para mujeres piloto, cuya presencia en la Fórmula 1 nunca ha pasado de testimonial. La idea generó una fuerte polémica. Para algunos suponía una posibilidad de que las féminas accedieran a una competición automovilística relevante, permitiendo visibilizar a las mujeres piloto. Para otros suponía la creación de una especie de reserva india para ellas, que las alejaría aún más de los volantes de la competición reina. Particularmente críticas se mostraron las pilotos que han competido en la IndyCar (que tampoco es que haya habido tantas) y que sugirieron que el dinero invertido en esta competición hubiese hecho más por las mujeres dedicado a becas y programas de ayuda a las jóvenes que destacan en las karting y el resto de pruebas inferiores. En ellas casi hay paridad entre hombres y mujeres. El problema comienza con las GP y la WS. En estas puertas de entrada al gran circuito, los vehículos carecen de dirección asistida y se inicia una exigencia física que se multiplica en la competición estrella. Los vehículos de Fórmula 1 sí llevan dirección asistida, pero la suavidad de la misma depende de otros parámetros, ajustados en función de la prueba. Los pilotos son muy sensibles a esos cambios y desatan una tormenta en cuanto el volante se pone un poco más duro de lo normal. Entre las muchas cosas que no se ven en las pantallas, una de ellas es lo que sufren las cervicales con las curvas o la cantidad de líquido que se pierde en unos habitáculos casi cerrados, continuamente al sol o a lo que venga y dentro de unos monos ignífugos que no están pensados para transpirar. Uno de los pilares que asentaron el mito de Ayrton Senna fue haber ganado una carrera en la que se le rompió el tubito que lleva el agua desde el depósito hasta la boca del piloto. En teoría nadie resiste mucho en esas condiciones sin desmayarse. Todavía me acuerdo de un Nigel Mansell, ya bastante talludito, incapaz de sostener el trofeo que le correspondía por la victoria después de los kilos que había perdido durante la prueba. Muchos hombres, muchos buenos pilotos, se quedan por el camino por las exigencias físicas, pero eso no explica que en estos momentos, las dos mujeres que más cercanas se encuentran a un volante de Fórmula 1 sean las probadoras Tatiana Calderón y Carmen Jordán.
Susie Stodart (ahora Susie Wolff), superó todos los obstáculos físicos que, se suponía, la alejaban de la Fórmula 1, hizo varias pruebas con Williams en 2014-5 y se quedó a unas décimas del segundo piloto del equipo, pero cuando Williams necesitó un piloto tras la lesión de Bottas, no la llamó a ella sino a un hombre. Sólo cinco mujeres han llegado a competir en la Fórmula 1, sólo dos puntuaron, hace 30 años que ninguna lo intenta. Es, apenas, la punta de un iceberg. En una encuesta realizada por ESPN los equipos de la Fórmula 1 reconocían tener en sus plantillas, digamos, “de trabajo”, menos del un 9% de personal femenino. En las secciones de expertos legales y, sobre todo, de relaciones públicas, sí, la mayoría del personal son mujeres, un vestigio de cuando “promotoras” de cara bonita y cuerpos espectaculares proporcionaban “placer visual” a los pilotos, según declaró Nico Hulkenberg, piloto por entonces de Renault, cuando se desató la polémica a propósito de su supresión en 2018. En los talleres, donde se toman las decisiones que afectan directamente a las carreras y a los resultados, allí, la representación femenina cae hasta mínimos. Siempre cabe apelar a otra situación no menos preocupante. Puede que la mayor parte de los ingenieros que hay en los equipos de carreras sean hombres porque los hombres dominan las facultades de ingeniería, en un fenómeno que no es fácil de explicar. Las ciencias biomédicas son ya un área mayoritaria de mujeres y éstas dominan igualmente en territorios limítrofes como bioingeniería y demás. Pero cuando se pasa a las ramas en contacto directo con la industria, la cosa cambia radicalmente. Según algunos testimonios la presencia de la mujer en las aulas de las diferentes ingenierías incluso está disminuyendo. Como digo, no hay muchas explicaciones para eso. Nos hallamos cerca del punto, si no lo hemos superado ya, en que las mujeres son mayoría en las carreras de ciencia. Sería extraño que las mujeres no fuesen más creativas que los hombres porque diferentes estudios de multitud de especies de primates demuestran que las hembras jóvenes son las primeras en introducir novedades comportamentales dentro de la manada. Así que los problemas no vienen por aquí. Como creo haber explicado en otro lugar, las mujeres dedicadas a las ciencias se enfrentan con un reto cuando intentan fundar una familia. El embarazo y el primer año de maternidad supone una ralentización en sus niveles de publicación que pocos tribunales o comités de selección tienen en cuenta a la hora de comparar su valía con la de sus compañeros varones. Diferentes intentos por hacer la ingeniería más atractiva para las mujeres han pasado, precisamente, por invitar a charlas de divulgación a mujeres ingenieras y madres, dos términos cuya incompatibilidad no resulta obvia. En cualquier caso, mientras las mujeres comienzan a valorar este tipo de saberes como áreas en las que pueden realizarse, las cadenas de televisión ponen encima de la mesa no importa cuántos millones para quedarse con los derechos de transmisión de la competición masculina, mientras hay que irse a alguna cadena norteamericana o rusa para ver la Women Series. Y, créanme, sus carreras resultan tan aburridas como las de sus colegas masculinos.