Muchísimo más interesante que la majadería del “brote psicótico”, explicación del asesinato de un profesor por un alumno al que ni siquiera impartía clases, me parecen las declaraciones del consejero de Salud de la Generalitat, el muy honorable Sr. Boi Ruiz. Esta eminencia gris ha dicho lo siguiente: “hay una víctima que no podemos salvar. Pero hay una segunda víctima que la sociedad tendría que poder recuperar” (El País, 22 de abril de 2015). Me encanta esta afirmación por varios motivos. En primer lugar, porque hay una legión de estómagos agradecidos en el mundo de la filosofía, entre los cuales merecen mención destacada Harry G. Frankfurt y Daniel Dennett, que no paran de repetir que el determinismo es perfectamente compatible con la responsabilidad moral. Más allá de bizantinas discusiones acerca de cuántos significados tiene el verbo “poder”, semejante falacia viene sirviendo de apoyo a las draconianas medidas sociales auspiciadas por el Tea Party, porque la conclusión que se extrae de ella es muy simple. Si un niño de las 3000 viviendas cruza la Avenida de la Paz, entra en el hipermercado Alcampo, se pone unas botas de motorista, una chaqueta de motorista, unos guantes de motorista, un casco de motorista e intenta salir del centro comercial sin pagar nada, de acuerdo con Frankfurt y Dennett, él y únicamente él, es el responsable de sus actos. Por tanto, habrá de ser aplastado por la ley con tolerancia cero. En España, que nos las damos de mucho más “progres” y nadie quiere ser calificado de “facha”, estas mismas ideas se están utilizando para apoyar un tópico contrario, aunque no menos corrosivo, el tópico tan hábilmente expuesto por el brillantísimo Sr. Ruiz. Si, de acuerdo con la norma establecida en el mundo de la filosofía actual, hay que elegir entre una opción u otra (pero sin cuestionar los principios de los cuales se parte, porque eso denota pertenencia al grupo de filósofos que no salen en la foto de la Academia), yo, personalmente, que tampoco quisiera ser tachado de facha, prefiero resguardarme a la sombra de la mente prodigiosa del Sr. Ruiz. Lo que ocurre es que, hasta hace muy poco, uno no podía decir estas cosas en voz alta sin que le acusaran de apología del terrorismo, porque, justamente éste, era el argumento de los pro-etarras: los que colocan bombas y los que mueren como resultado de su explosión son víctimas, por igual, de “El Conflicto”. Ahora que, según ha demostrado el Sr. Ruiz, ya se puede decir esto con toda naturalidad, yo afirmo que sí, que este pobre chico catalán (como aquellos pobres chicos vascos) es una víctima, exactamente igual que el interino al que mató. Ambos merecen, como los etarras, un homenaje. Es más, yo estoy por ampliar esta afirmación y decir que Rodrigo Rato, pues también él es una víctima. Una víctima de la sociedad, de su familia y, todavía mejor, del FMI, como todo el mundo. ¿Y Urdangarín? ¿qué me dicen de Urdangarín? Pues una víctima también, de la sociedad, de la familia y de esa otra institución anacrónica que es la corona. ¿Para qué hablar de su esposa, esa pobre Infanta, esa desvalida duquesa, que firmaba papeles sin leerlos porque ella no era ni siquiera maestra como José Antonio Viera, el inocente consejero andaluz que firmaba papeles sin entenderlos? De hecho, todos los asesinos, los violadores, los traficantes de droga, son inocentes víctimas que deben ser excarceladas cuanto antes. Pero, no seamos injustos, extendamos este principio más allá de nuestras fronteras, ¿acaso no fueron los pobres nazis tan víctimas de los campos de concentración como los judíos?
Claro, si los asesinos son la consecuencia inevitable de la sociedad, los genes o cualquier otro factor no especificado, como sostienen desde hogares alejados de los guetos, Frankfurt y Dennett, toda la sociedad, es decir, todos, somos culpables. Y si todos somos culpables, la búsqueda de responsabilidades resulta trivial o superflua. Es trivial si, con Frankfurt, Dennett y el Tea Party, se afirma que únicamente al agente inmediato de la acción delictiva se le puede adjudicar responsabilidad. Es superflua si uno se pasa al campo de la progresía, pues entonces, nadie puede catalogado de verdadero responsable de una acción. Tal es el caso de España, aquí nadie es responsable de nada, empezando por las élites del país. Ningún ministro, ningún consejero, ningún político, es responsable de nada que pueda ocurrir. Sus cargos, como a los demás la edad, los eximen de cualquier responsabilidad que merezca la pena llamarse tal.
Por otra parte, rescatar a esta pobre víctima que es el presunto asesino de 13 años, va a implicar, como no puede ser de otra manera, todo un esfuerzo por parte de psiquiatras, médicos y políticos, además de las autoridades jurídicas y educativas. Si lo quieren se lo explico de otra manera, este joven, este caso único, nos va a costar a Ud. y a mí una pasta, básicamente en dietas para las sucesivas reuniones de los comités correspondientes. Y esto es curioso. La detección de superdotados en el medio educativo resulta casi gratuita. Se trata de poco más que de un test que cuesta el dinero de las fotocopias. Una vez detectados, todo lo que se les ofrece es pasar a un curso superior, porque no pueden subir más que un curso. No hay una ayuda posterior por parte de alguna instancia educativa para atender su capacidad de aprendizaje, no hay centros en los cuales pueda sacarse provecho de todo lo que pueden llegar a rendir, no hay nada en el sistema educativo español para ellos, salvo el aburrimiento. Cuanto de especial tiene su condición ha de ser solventado por el profesor de turno que tendrá que realizar un seguimiento especial de ellos... exactamente igual al seguimiento que realiza del resto de los 120 ó 150 alumnos/as que tiene, lo contrario sería discriminatorio. Resumiendo, la administración no se gasta en los alumnos sobredotados ni un euro.
Que varios millares de alumnos/as sobredotados no merezcan ni la más mínima inversión por parte del Estado y que un único caso de asesino precoz vaya a suponer una inversión para nada baladí hablando en los términos del gasto medio por alumno en este país, sólo tiene una explicación compatible con los hechos. Y es que, los/as alumnos/as sobredotados deben ser detectados porque su integración en el sistema es cuestionable y, por tanto, hay que tener nombres y apellidos de quiénes son y por donde se mueven, hay que asegurarse de que se aburran de una vez y dejen de estar por encima de la media. Sin embargo, en los asesinos precoces sí que hay que invertir, porque de ellos sí que se espera su futura integración en un sistema que, con toda seguridad, les hallará un puesto adecuado a sus capacidades.